La investigación “El país de las 2 mil fosas” fue el resultado de un trabajo colectivo, colaborativo y multidisciplinario entre periodistas quienes nos sentimos interpelados por la desaparición de personas en México. Fue nuestra manera de excavar con los colectivos de buscadores desde el periodismo. Excavar cifras que representan personas para que no sean borradas. El premio que nos dieron ayer en Medellín por cubrir esta catástrofe que no debería de haber ocurrido, que no debe continuar, está dedicado a las familias que buscan, que nos permiten acompañarlas, que con su búsqueda amorosa nos humanizan, esperando que este premio sirva para visibilizar lo que ocurre en México. Va también para los periodistas que las acompañan.
Agradecemos a la Fundación Gabo por este reconocimiento. También queremos reconocer a nuestros colegas finalistas en la categoría Cobertura del #PremioGabo.
Este es el discurso que leímos durante la ceremonia:
Cuando empezamos esta investigación fuimos a un ritual indígena en un pueblo que simboliza la resistencia para cuidar los bosques y la vida. El curandero que guiaba escuchó que empezaríamos un recorrido por fosas del país, nos dijo que no fuéramos, que sería echar vida a la muerte, energía buena a la mala. Y comenzamos nuestro recorrido, primero intentamos viajar a sitios de fosas que siguen prohibidos. Y desistimos.
Somos reporteras y reporteros que llevamos años cubriendo la catástrofe de la desaparición de personas, acompañando a las familias que buscan, muchas veces yendo con ellas al campo a buscar con instrumentos improvisados, fosas clandestinas.
Nos preguntamos cómo buscar con las familias desde el periodismo. Sentíamos que publicar sus testimonios ya no era suficiente, que era el momento de buscar lógicas al horror, ante la necesidad de entender lo inexplicable: que en sólo 12 años más de 40 mil personas han sido desaparecidas.
Nos preocupaba que los restos de personas encontrados en esos entierros clandestinos se perdieran, que el gobierno los borrara de nuevo como muchas veces ocurre, que los desapareciera de la morgue, o al enterrarlos, o dejándolos sin registro.
Con esa intención emprendimos este proyecto que pensábamos sería de un par de meses, pero que duró años de trabajo hormiga, colectivo, colaborativo y multidisciplinario, hecho desde distintas ciudades, sin dinero, solo con la urgencia de hacer ese registro que tocaba hacer a las autoridades y no hicieron.
Nos decidimos a desenterrar las cifras ocultas. Sabiendo que no son cifras, son personas, y que cada número representa a alguien que nos falta y una familia que está buscando sin descanso.
Nos enfrentamos a la burocracia construida para que no encuentres, para que te canses. Sentimos mucha impotencia, claro que nunca comparable con lo que la indolencia gubernamental hace vivir cada día a las familias.
Pudimos arrancar información, muchas veces errónea o incompleta, a 24 de las 32 fiscalías del país. Tuvimos que pelear por la respuesta correcta, preguntar a periodistas por las fosas borradas de registros.
Así, hicimos este reportaje y los mapas que ilustran el resultado de la fallida política de la guerra contra las drogas. El país de las 2 mil fosas da cuenta del número de fosas encontradas en cada estado, en cada municipio, el número de cuerpos, el número de personas identificadas.
Cuando lo presentamos nos acompañaron algunas madres buscadoras y familiares dedicados por años a esa búsqueda. Uno de ellos, Mario Vergara, que con instrumentos y conocimientos del campo busca a su hermano, al ver el mapa dijo que esa es la prueba de lo que siempre han dicho y nunca les escucharon: que México es un país de fosas. Al final una madre nos pidió ver a detalle un punto en Durango y específicamente el año 2011; quería saber cuántas fosas fueron encontradas. Su hija desapareció ese año en ese estado y esa información podría ser una pista adicional para buscar.
Supimos que algunos colectivos de víctimas usaron nuestro trabajo para exigir a las fiscalías la información que tenían y que ocultaban. Notamos también en varias el silencio, porque este trabajo es doloroso.
Para nosotras es la forma que encontramos de hacer visible la catástrofe que estamos viviendo. Nuestra propia excavación en esas fosas
Es difícil festejar sobre la tragedia. Es difícil festejar este trabajo que duele tanto a tanta gente. Por si las dudas y para no herir con las palabras preparamos esto. Pero también nos sentimos contentas. Contentas por ese espíritu colaborativo y colectivo entre periodistas. Por el aprendizaje colectivo y de colaboración, aún con los tropiezos. Porque aprendimos también a cuidarnos entre nosotras, a escucharnos y escuchar cuándo era tiempo de parar y cuándo era momento de publicar.
Encontramos la ayuda de Quinto Elemento Lab que nos ayudó a dimensionar lo que habíamos logrado, y a que el trabajo no quedara en el anonimato, que tuviera impacto.
En estos meses murió Juan Carlos Solís, nuestro amigo, cómplice de proyectos, que nos ayudó con el primer intento de mapa. Mataron a la líder comunitaria indígena Lupe Campanur que nos acompañó al ritual inicial.
Periodistas entraron y salieron en los dos distintos intentos y etapas. A todos les agradecemos la colaboración.
Teníamos la urgencia de publicar (alcanzamos a documentar hasta 2016) porque la vida también se abría paso y se imponía. Decimos que tuvimos un “deadline emocional”, no sólo por lo árido que es escribir de fosas, también porque Ilán, ese bebito que ven aquí, ya quería llegar al mundo y nos hizo recordar que hay que honrar la vida.
Este premio va para las familias que buscan, por permitirnos a caminar a su lado documentando el poder del amor, por humanizarnos. Va para los periodistas que todos los días van a fosas y registran el horror y por ese deseo de seguir haciéndolo sin perder el sentido de lo que hacemos, para qué y para quién lo hacemos.
Agradecidas con los periodistas colombianos que han sido maestros nuestros y nos enseñaron cómo cubrir la violencia viendo desde la perspectivas de las víctimas.
Para que cuando la justicia sea posible, cuando en México la hagamos posible, esta información sirva para encontrar a las personas desaparecidas y que tengan un entierro digno y este crimen no quede impune y no se repita.
Integrantes del equipo:
Alejandra Guillén, Mago Torres, Marcela Turati, David Eads, Erika Lozano, Paloma Robles, Aranzazú Ayala, Alejandra Xanic, Queso, Mónica González Islas, Gilberto Lastra, Mayra Torres, Juan Carlos Solís (✝), Ana Ivonne Cedillo, Gabriela De la Rosa, Sandra Ley, Pedro Pardo, Félix Márquez, Rafael del Río, Carlos Quintero, Daniela Rea, Carlos Manuel Juárez, Rodrigo Caballero y Pedro Zamora.