Angélica Ahuatzin*
Y sobre todo recuerden, ustedes que escuchan
este canto de los hijos solos
que aquí nada, ninguno ni nadie está olvidado.
Raúl Zurita
Desde afuera, el edificio parece una caja de cristal colocada al centro de una edificación brutalista; el contraste es inmediato entre su transparencia azulada y el gris cemento de la estructura que la contiene, como suspendida, en medio de una enorme explanada. En el interior, casi todas las paredes transparentes tienen impresas imágenes expandidas que reconstruyen el inicio de la dictadura chilena en 1973, excepto una de ellas: se trata de un inmenso collage compuesto por pequeños retratos que miran de frente a un buscador en el que se alcanza a leer:
“Aquí podrás conocer a las personas que fueron detenidas desaparecidas y ejecutadas políticas durante la dictadura. Recordar es volver a pasar por el corazón”.

El Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en Santiago de Chile abrió sus puertas en enero del 2010, 20 años después de que el país regresara a la democracia. La apertura se dio durante el primer gobierno de Michelle Bachelet, hija de Alberto Bachelet Martínez, detenido y torturado tras el golpe militar en Chile en 1973.
La creación del museo formó parte de las recomendaciones que emitió la Comisión de Verdad y Reconciliación (creada el 25 de abril de 1990 y presidida por Mauricio Raúl Rettig, por lo que el resultado se conoce también como Informe Rettig). La finalidad era el esclarecimiento a nivel global de las violaciones a derechos humanos durante la dictadura militar y dar respuesta a las demandas de las organizaciones de familiares y organismos de defensa de los derechos humanos en el país. Hoy, el resguardo de la memoria de la dictadura, forma parte de los Archivos de Derechos Humanos de Chile, que a su vez es parte del Programa Memoria del Mundo (MoW, por sus siglas en inglés) de la UNESCO.
Al iniciar el recorrido, el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos da la bienvenida a sus visitantes con una sala repleta de imágenes de los distintos memoriales que hay a lo largo del territorio nacional, desde Arica y Parinacota, hasta Magallanes. Pero también de memoriales y comisiones de verdad alrededor del mundo. Una pregunta cerca del techo dicta: ¿Cómo llegamos a negar la humanidad de las personas? Y el resto de las salas más que ofrecer posibles respuestas, abren paso a más preguntas.
Luego, conforme se asciende al primer piso por una escalera, se muestra una especie de subsuelo de cristal. Entre los escombros de aquel subsuelo, en una liviana oscuridad, se pueden distinguir objetos diversos: discos de vinilo, ropa, cuadernos, libros. Es la metáfora del silencio que caracterizó la etapa de persecución, represión y censura posterior al Golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973.
Tan sólo en septiembre de ese año hubo 598 muertos, 274 detenidos desaparecidos y 19, 083 presos políticos torturados, de acuerdo con las cifras actualizadas de las Comisiones de Verdad hasta 2011. En la información ofrecida se puede leer que durante el periodo de censura: “Policías y militares allanaron hogares, universidades y lugares de trabajo en busca de motivos para interrogar o detener a las personas”.
En las salas del primer piso, dedicadas a la documentación de la represión y la tortura, se afirma que las Comisiones de Verdad identificaron a 153 menores ejecutados políticos o asesinados en protestas; 40 detenidos desaparecidos y 2, 200 presos políticos torturados, todos menores de 18 años. Uno de los menores contabilizados, por ejemplo, es el niño Jaime Ignacio Rojas, de 9 años de edad, que fue alcanzado por la explosión de una bomba en el paradero 10 de Achupallas, en Viña del Mar, el 11 de agosto de 1983.

El registro de Jaime Ignacio se puede leer completo en el buscador Ausencia y Memoria, la pantalla de consulta que se encuentra en el segundo piso, frente al mural de rostros, y que ofrece los registros de personas que no sobrevivieron a la dictadura. La consulta se puede hacer a partir de distintos filtros que incluyen el país, la región, la provincia, la comuna, el año, la clasificación y el nombre de la persona en cuestión. De esta forma es posible que las personas visitantes puedan buscar si existe alguna víctima de su localidad.
En mi caso encontré a Rosetta Gianna Pallini González, una universitaria mexicana de 22 años. El buscador señala que Rosetta Gianna Pallini González, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), murió el 2 de agosto de 1975 en la Ciudad de México, debido a un paro respiratorio. La pantalla detalla que:
La joven había llegado a ese país expulsada desde Chile en marzo de 1975, después de haber permanecido varios meses detenida en el recinto clandestino de detención de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINA) ubicado en Londres N° 38 y en los campos de prisioneros conocidos como Tres Álamos y Cuatro Álamos. Según declaración del médico que la trató desde su llegada a Ciudad de México, Rosetta Gianna Pallini González presentaba una destrucción vaginal y un deterioro físico general. Testigos presenciales señalaron que Rosetta Pallini, estudiante de Pedagogía en Historia y Geografía, fue detenida en Santiago el 15 de agosto de 1974, alrededor de las 7:00 horas, por miembros de la DINA, conjuntamente con los hermanos Hernán Galo y María Elena González Inostroza y Ricardo Aurelio Troncoso Muñoz. Todos ellos fueron conducidos a Londres N° 38, lugar en que, según otras sobrevivientes que permanecieron detenidas con ella, fue constantemente sometida a interrogatorios y apremios físicos.
Las historias de Rosetta Gianna Pallini y Jaime Ignacio Rojas se pueden conocer gracias a la información recabada por las Comisiones de Verdad en los informes que la UNESCO ha reconocido como Patrimonio Documental del Mundo. Cada testimonio, cada objeto, cada video, cada recorte de prensa, cada carta, cada mapa e incluso cada puerta roída que alguna vez formó parte de una celda de reclusión y tortura, representa hoy, en este sitio, una pieza perdida, hallada y reconstruida con la única finalidad de restaurar una memoria profundamente herida.
Es complicado, pero no imposible, que un museo pueda contarnos enteramente la historia de un país o de una comunidad, incluso de un suceso tan atroz y tan complejo como lo fue, en este caso, la dictadura militar en Chile. Sin embargo, creo que al final del recorrido de esta caja de cristal tan susceptible a las fisuras, es posible hallar una respuesta propia a la pregunta que se lanza al inicio: ¿Cómo llegamos a negar la humanidad de las personas? Quizá, cuando ignoramos su derecho a existir y contar su verdad. Cuando nos negamos a recordar, cuando silenciamos, con indiferencia, una historia real que exige ser escuchada.
Antes de abandonar el museo, acudí a su tienda en busca de algún souvenir. Encontré el poemario Canto de los hijos solos, del poeta Raúl Zurita, en una edición que conmemora el duelo de los cincuenta años del golpe militar. El libro recopila testimonios de los familiares que recuerdan a sus integrantes desaparecidos, y al final de cada testimonio se repite el verso: “Recuérdalos tú también”, como una suerte de letanía infinita.
El libro concluye así:
Recuerda entonces
Recuerda que una vez fui y que ya no soy.
Recuerda los golpes, los inviernos
cruzados a gritos y los horrores del verano
Recuerda la frazada negra cubriéndoles
la cara y el atroz número 509
Y sobre todo recuerden, ustedes que escuchan
este canto de los hijos solos
que aquí nada, ninguno ni nadie está olvidado.
Recuérdalos tú también.
***
Angélica Ahuatzin es licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas y maestrante en Estudios Latinoamericanos. Formó parte de la quinta generación de la Unidad de Investigaciones Periodísticas de Cultura UNAM y ha obtenido becas de creación literaria como la de la Fundación para las Letras Mexicanas y la del PECDA en la especialidad de crónica. Es autora del libro Jardín de asfalto, ganador del Premio de Ensayo Emmanuel Carballo en 2021.