Sísifo fue condenado por los dioses a la eterna y absurda repetición: subir una enorme piedra hasta lo más alto de una montaña para después verla rodar cuesta abajo y luego volverla a subir. El tormento perpetuo era efectivo. La agonía de Sísifo residía en la falta de propósito.
El Estado mexicano, como estructura responsable de la tutela de los cuerpos no identificados, tiene la obligación y responsabilidad legal, según la Ley General de Víctimas 1, de no incinerar los cuerpos hasta que se concluyan las investigaciones relacionadas con su identidad.