A donde van los desaparecidos

México: Insondable dolor y anestesia social

octubre 15, 2020
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Por Cecilia López / Observatorio Etnográfico de las Violencias CIESAS – GIASF*

Las diferentes modalidades de la violencia que vivimos en México nos han llevado a tasar la muerte por decenas de miles. Cada día, las cifras del dolor corren sus linderos, cuanto más crecen, más grande se hace la distancia que nos impide dimensionar el tamaño de esta devastación.

Las sumas de muertes en México se han hecho infinitas. Cada informe mensual, anual y comparativo, se ha convertido en una especie de bitácora del dolor inconmensurable, que hoy parece lo único cierto. 

En las últimas semanas, hemos recibido una vastedad de cifras y datos estadísticos sobre las diferentes crisis y violencias que enfrentamos como país. La violencia y sus múltiples expresiones han encontrado en los meses de confinamiento por la pandemia de Covid-19, un tiempo para recrudecerse.

Incidencia de muertes por Covid-19, proyectadas para México por cada 100,000 habitantes, hacia el 31 de diciembre de 2020. Gráfica: The Institute of Health Metrics and Evaluation (IHME) University of Washington.

Reflejo de ello es el incremento en los últimos ocho meses de este año de las llamadas al 911, que reportan violencia contra mujeres niñas, niños y adolescentes, y alcanzaron las 178,031, esto supone un aumento del 45.7% respecto del mismo periodo en 2019.

Sin embargo, estas cifras no logran dar cuenta de las voces detrás de esos llamados telefónicos. No nos dicen si esas personas hoy día se encuentran salvas ante los motivos que les hicieron pedir auxilio. Los informes solo permiten conocer a grandes rasgos “los datos” y no el estado de las personas que pidieron ayuda.

Los diferentes medios de comunicación se debaten por la información y los conteos más actualizados sobre las cifras de violencia en México. Buscar los índices más recientes se ha convertido en una tarea periódica. Quizá esta intensidad de información mediática, ha traído consigo un efecto contrario a la empatía y solidaridad, pues para el grueso de población, estos datos desbordados ya no sorprenden, y se han hecho parte de la normalidad de nuestros días.  

El pasado 25 de agosto, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), informó que durante los primeros siete meses del presente año, 2 mil 240 mujeres han sido asesinadas. Un aumento del 3.1% en comparación con el mismo periodo del año pasado, lo que se traduce en que, a 69 mujeres más que en el 2019, les fue arrebatada la vida en el país. 

Esos números y porcentajes no nos hablan del sufrimiento de las víctimas, ni del dolor que sus ausencias dejaron entre sus seres queridos que claman justicia en su nombre. El intento por entender las diferentes violencias más allá de lo cuantitativo, ha traído consigo la necesidad de documentar y crear análisis que permitan identificar patrones y estrategias que salven vidas, que frenen la violencia y rescaten la memoria. Eso nos permite no perder de vista que estos registros y cifras no son por sí mismas lo más importante. 

Nos hemos acostumbrado a contar muertes, a conocer porcentajes en torno a ellas. Al mismo tiempo, lo inmedible de estas cifras nos ha alejado de la sensibilidad y significado de las vidas que se han ido, de los rostros que ya no caminan entre nosotros y de las voces que ya no escuchamos. Las cifras de la violencia y de la desaparición de personas, atraviesan nuestra historia y también nuestro presente. 

La Comisión Nacional de Búsqueda, a través del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPEDNO), ha hecho pública  información sobre la cantidad de personas que han desaparecido en México entre marzo de 1964 y octubre del 2020, a lo largo de 56 años, 77 mil 210 personas desaparecidas no han sido encontradas por quienes les buscan. Son tantos los nombres de personas que se suman a diario a esta lista, que traspasan los límites de lo imaginable. ¿Cómo dimensionar esta cifra para entender lo que representa?

Estos dígitos parecen haber hecho más grande la distancia en la tarea por reconocer que enfrentamos un problema estructural que nos ha lastimado socialmente, a todes como país, no sólo a las víctimas y a sus familias. La indiferencia ante ello se suma a los agravios. ¿Cómo se dimensiona el dolor y la ausencia? Saberlo podrá contrarrestar, o bien menguar la indiferencia.

¿Qué significado alcanzan estas cifras en tanto sociedad? y ¿Cuánto nos separan de la sensibilidad, del valor de una sola vida?. Haber aprendido a leer cifras cada vez más grandes, ¿nos impide ver el horror por sobrevivencia, por indolencia o por hartazgo? ¿Es acaso la insensibilidad social un pernicioso efecto que trajo consigo los números de la guerra? ¿Qué significan estos datos en la vida de las familias de víctimas? Sin duda estas son cifras que nebulosamente sólo significan dolor. ¿Existe una posible reparación del daño en contextos de extrema violencia? ¿Cómo se sana ese dolor?

Por todo esto, la lucha de las y los familiares de víctimas es por la memoria, por hacer presentes las ausencias, buscar justicia, no olvidar sus rostros y darles vida a través de su historia.

Desorientados en esta bitácora y en la acumulación de datos, quizá no llegamos a comprender del todo la profundidad de lo que nos ocurre. La lucha también es por la empatía y por derrotar la normalidad de la muerte en las cifras que leemos a diario, por no normalizar el dolor y la violencia.


Foto de portada: V Brigada Nacional de Búsqueda, Poza Rica, Veracruz. Crédito: Erika Lozano.


*El Grupo de Investigaciones en Antropología Social y Forense (GIASF) es un equipo interdisciplinario comprometido con la producción de conocimiento social y políticamente relevante en torno a la desaparición forzada de personas en México. En esta columna, Con-ciencia, participan miembros del Comité Investigador y estudiantes asociados a los proyectos del Grupo (Ver más: www.giasf.org)

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