Al día siguiente, el lunes, comenzará la jornada de 15 días días en la estas personas buscarán entierros y cadáveres en terrenos baldíos, ranchos, lagos y cerros indicado por algún informante. Como los lugares que explorarán han sido sitios de campamentos de criminales, lugares de exterminio, espacios de tortura, no los visitarán sin que una comitiva haga un trabajo previo de reconocimiento del lugar para asegurar que existan condiciones adecuadas para un rastreo sin arriesgar a las personas de la brigada.
Cuando se anuncia que el terreno ya es explorable los y las brigadistas se encomendarán a sus dioses, deidades y santos. Pedirán protección en la búsqueda, un día fructífero de hallazgo, y que su familiar desaparecido pueda regresar a casa. Que los cuerpos de personas que les esperan en un lugar oscuro, debajo de la tierra, puedan ser hallados.
“Vamos ahora sí directo a fosas, a lugares a donde nos dicen que que vieron algo extraño, que vieron subir camionetas con determinadas características. Vamos algunas veces al azar, nada más porque nuestro sentir y nuestro pensamiento nos lleva ahí, en otras ocasiones porque ya vamos con un indicio.”, explica María Herrera.
Estas semanas de febrero rastrearán y peinarán principalmente un predio conocido como La Gallera, donde -según saben- los criminales calcinaban los restos humanos de sus víctimas para no dejar rastro. Donde será más probable encontrar fragmentos que esqueletos. Doña Mary describe el horror cometido en ese lugar.
“Revolvían los restos de los animales, es decir, los huesos de los animales con los de las personas. Para nosotros todos los talleres que hemos estado tomando con los antropólogos han sido una bendición porque nos han enseñado a reconocer los huesos, pero ahí encontramos todo revuelto. Fue por eso que nos dimos cuenta de que ahí masacraban nuestros hijos, porque encontramos restos, lo otro fue porque encontramos muestras evidentes de que los sacrificaban, porque había una pared de manos ensangrentadas que quedaron ahí plasmadas y que pese que se ve que las han estado lavando y han estado queriéndolas borrar, no han podido”, explica.
La búsqueda en centros de exterminio como La Gallera, dice ella, “es más cruel, más rudo, más fuerte”.
El primer día de búsqueda, las familias se organizan por grupos. Las acompañantes solidarias, entre ellas antropólogas forenses, junto con buscadoras más expertas como la queretana Yadira González, o el guerrerense Mario Vergara, quienes explican cómo dividirse el terreno para recorrerlo. Y repasan; primero tienen que limpiarlo, después inspeccionarlo, marcar puntos donde encuentren algo sospechoso: tierra removida o bultos de tierra, vegetación de otro color, fauna o insectos que se alimentan de la descomposición. Una vez confirmado un hallazgo llamarán a los perros especializados.
Terminarán la faena poco antes del atardecer; cuando el sol y el calor tropical llegan a su máximo punto. Entonces se subirán a los autobuses que los llevarán de vuelta a la Casa de la Iglesia. Después de cenar, antes de dormir, compartirán sus hallazgos en el campo o la ciudad. Las clases no han acabado: algunas personas sacarán sus cuadernos para anotar los aprendizajes del día.
‘Buscando nos encontramos’
Desde el inicio de la Red, en 2013, se sumaron organizaciones que se definen como “acompañantes solidarias” como Reverdeser Colectivo, Brigada de Paz Marabunta e Iglesias por la Paz, que en Papantla han ayudado con la logística, apoyado en las búsquedas en campo y desarrollado otra gama de actividades como difundir la cultura de paz, que busca la sensibilización sobre el problema y la recuperación del tejido social para evitar que más gente siga desapareciendo.
Estos años las brigadas han ido aumentando sus ejes de trabajo: ya no sólo buscan fosas, ahora también buscan en vida. Por eso, mientras un grupo excava en La Gallera otro visita, cárceles y centros de rehabilitación. Otro, se reunirá con las autoridades y con personas en iglesias y escuelas para hablarles sobre el sufrimiento que causan las desapariciones.