A donde van los desaparecidos

El llamado de la realidad a la arqueología forense. En memoria de Alejandro Arteaga

Erika Liliana López López
mayo 5, 2022
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Por Erika Liliana López López *

Era jueves diecisiete por la tarde del tercer mes del año 2022. Esos días en Culiacán, Sinaloa, donde me encontraba visitando a mis padres, tienen un clima ideal. No hace el calor vaporoso que se pega al cuerpo ni tampoco el frío, que en las pocas ocasiones que aparece, cala debido a la humedad. Sentada en la mesa del comedor junto a mi familia, escuché el timbre de mi celular. La pantalla anunciaba que quién llamaba era Yajaira. Supe entonces, que Alex había trascendido este plano de existencia. Y rompí a llorar.

Alejandro Arteaga Saucedo, “Alex”, como le decíamos en el Grupo de Investigaciones en Antropología Social y Forense (GIASF), era el arqueólogo forense del grupo desde inicios de 2017. Nació en la ciudad de Zacatecas donde terminó la licenciatura en arqueología. Sus inquietudes intelectuales lo trajeron a Ciudad de México donde estudió y se graduó en la maestría en estudios mesoamericanos en la UNAM. Los temas que hasta entonces Alejandro había desarrollado profesionalmente se centraban en estudios sobre el paisaje social prehispánico en Mesoamérica (específicamente México y Nicaragua); excavación de entierros humanos antiguos; y trabajos de prospección, excavación y análisis de materiales arqueológicos en proyectos de desarrollo en Tamaulipas, Nuevo León, San Luis Potosí y Sonora. 

Imagino que cuando decidió estudiar arqueología, concebía su actividad y la de su gremio más cerca de la historia que del estudio de eventos contemporáneos ligados a ilícitos (de los cuales se encargan las disciplinas forenses). Pero pronto Alejandro perfiló su vocación hacia estos cuadrantes. Su tesis de licenciatura fue prueba del interés por vincular la arqueología física con las ramas forenses, aunque entonces desde el punto de vista meramente teórico. 

En el periodo en que realizaba sus estudios de maestría, Alejandro comenzó a ejercer la práctica de la arqueología forense y, por ese entonces, se integró al GIASF. Alex compartía con el resto de integrantes del Grupo que la ciencia debía ser útil socialmente. Las ciencias (sociales, forenses y demás) debían dialogar con las problemáticas sociales y proyectar respuestas o abordajes prácticos a las mismas. Eso supuso para él, encontrar la vía para que la arqueología tuviera incidencia en el presente social y no solo en la comprensión civilizatoria hacia el pasado. Esa inquietud, el observar la violencia que ha venido corriendo los límites parciales de ciertos estados del país para instalarse prácticamente en todo el territorio nacional, y la pérdida de un par de amigos en Zacatecas, fueron acicates para “Cando” (como le decían de cariño sus afectos cercanos). Así, comenzó a vincularse con la temática de la desaparición. Algunas de sus personas queridas y colegas le preguntaban si no tenía miedo, porque ese trabajo era peligroso. Con la simplicidad contundente de quien se siente llamado por la realidad y ha acudido a esa convocatoria, en su acostumbrada sencillez y brevedad respondía “alguien tiene que hacerlo”.

A él, como a otros de sus colegas en la arqueología, les ocurrió algo similar a lo que les pasó a muchas y muchos periodistas en el país que, como dice Marcela Turati, se convirtieron en corresponsales de guerra en su propia tierra. En el caso de arqueólogas y arqueólogos, personas formadas en una ciencia encargada de buscar y estudiar restos humanos y objetos antiguos pertenecientes a civilizaciones que nos precedieron, han tenido que convertirse en forenses. Ahora haciendo uso de una mirada arqueológica, prospectan y analizan terrenos en los que intentan hallar vestigios que permitan reconstruir desde esa disciplina, qué y cómo ocurrieron crímenes y violaciones de derechos humanos. Persiguen entre la tierra restos objetuales o corpóreos cuyo enterramiento frecuentemente ilegal, puede tener días, meses o años.

Las ciencias que participan del ámbito forense —sea la criminalística, la balística, la medicina, la genética o la química forenses y relativas— se orientan por enfoques positivistas (esto es, que basan su construcción de la verdad científica en lo que es perceptible, y por tanto, cuantificable). Ceñidas a sus respectivas parcelas del conocimiento, muestran poca recepción al diálogo con otras disciplinas, y enfáticamente, con las ciencias sociales. Ni se diga con otros conocimientos, no especializados, como aquellos que los familiares de personas desaparecidas desarrollan en sus prácticas y acumulan con sus experiencias. 

A contrapelo de esta tendencia, Alejandro mostraba una gran sensibilidad con las necesidades, enfoques y saberes de las familias buscadoras. Al trabajar con ellas, comprobó el gran conocimiento que desarrollan y albergan. Aunque también realizó peritajes independientes de índole forense, continuó el trabajo con familiares a través de asesorías puntuales en el marco de casos específicos en la búsqueda de personas desaparecidas —que, como se sabe, con frecuencia incluyen hallazgos y registros de exhumaciones—, pero sobre todo, con la realización de talleres. Al impartir talleres, que son un recurso pedagógico[1] esencialmente práctico, a Alex se le veía feliz. Tenía un estilo pausado y claro en el que su sencillez no sacrificaba profundidad. Ponía ejemplos didácticos. Poseía una gran habilidad para traducir procesos y términos técnicos arqueológicos, en un lenguaje comprensible para las y los familiares. 

Foto: Roberto Israel Fuentes Martínez

La vocación de Alex con las familias y con poner sus conocimientos al servicio de las mismas, era particularmente destacable. Cuando enfermó, los procedimientos médicos lo alejaron de la tallereada durante 2019. Pero en 2020, todavía en tratamiento, regresó con mucha fuerza a dar talleres y se reincorporó activamente en varios proyectos del grupo. El periodo pandémico hizo que muchas actividades migraran al espacio virtual, incluidos los talleres que dio el GIASF. La enorme fuerza interior de Alex y el compromiso que tenía con las familias buscadoras era tal, que muchos de los talleres que impartió en 2020 y 2021, los realizó desde el hospital. Su dignidad y discreción al transitar los padecimientos de salud, hizo que muy pocas personas conocieran este dato que vale la pena destacar.

El trato de Alejandro era suave, aunque no concesivo. Mostraba en el grupo una disposición para trabajar en equipo que al mismo tiempo poseía humildad. Estar lejos de las arrogancias profesionales, le permitió ser curioso, dialogar y aprender de otras disciplinas. Por algunos años, fue el único hombre integrante del grupo, pero nunca percibí en él incomodidad por el enfoque, el desarrollar trabajo o ser dirigido por mujeres; además, todas formadas en sociología, antropología, periodismo, psicología o derecho, tradiciones de pensamiento muy diversas a la suya. Enfatizar estos elementos de su sociabilidad importa porque, cuando trabajamos con personas que han sido atravesadas de un modo atroz por la violencia, como es el caso de las personas agraviadas por la desaparición de un ser querido o por graves violaciones de derechos humanos, el buen trato cultivado de forma voluntaria, se convierte en un asunto político. Tratar y ejercer la profesión desde la gentileza es procurar la congruencia con los principios de justicia, no revictimización y la construcción de una cultura de paz.

Hasta unos días antes de abandonar este plano físico de existencia, Alex seguía trabajando y acudiendo a clases virtuales de doctorado. Tenía en marcha un proyecto con un colectivo de madres buscadoras en Morelos, y estaba organizando la elaboración de otra publicación de divulgación en torno a temas forenses. Proyectos que el GIASF buscará continuar y concretar, porque serán el mejor homenaje para su vida y su trayectoria profesional.

El perfil de Alejandro Arteaga que aquí he trazado es profundamente valioso en lo particular, pero también nos conduce a reflexionar en su significado social. En el país necesitamos más profesionales de la arqueología con disposición a mirar críticamente su quehacer y volver socialmente útil su saber experto. Que muestren menos arrogancia epistémica y más disposición al diálogo interdisciplinario que complete y potencie sus aportes. Que sean activamente conscientes de la complementariedad de los saberes: los científicos de todas las ciencias y los empíricos que desarrollan, por ejemplo, las familias y acompañantes en búsqueda. En suma, que sientan el llamado de los problemas que aquejan nuestro país, y pongan ciencia, acción y corazón al servicio de la incidencia y de la búsqueda de la verdad y de la justicia en este herido país. 

* * *

* Erika Liliana López López es feminista. Maestra en derecho y Doctora en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en sociología por la UNAM. Integrante del Comité Investigador y de la Asamblea de Coordinación del GIASF. Ha sido docente en el Posgrado en Derecho de la UNAM desde 2016. Sus temas de interés son la pluralidad legal, los derechos de los pueblos indígenas, los enfoques que vinculan derecho y violencia para la comprensión integral de la desaparición de personas y de la justicia transicional. A veces el sentir le atora la escritura. Le gustan las cactáceas. No pierde la esperanza de aprender actuación.

*El Grupo de Investigaciones en Antropología Social y Forense (GIASF) es un equipo interdisciplinario comprometido con la producción de conocimiento social y políticamente relevante en torno a la desaparición forzada de personas en México. En esta columna, Con-ciencia, participan miembros del Comité Investigador y estudiantes asociados a los proyectos del Grupo (Ver más: www.giasf.org)

La opinión vertida en esta columna es responsabilidad de quien la escribe. No necesariamente refleja la posición de adondevanlosdesaparecidos.org o de las personas que integran el GIASF.

Foto de portada: Archivo personal de Alejandro Arteaga

[1] Para conocer más del tema se puede leer el artículo “Alfabetización forense y diálogo de saberes”, escrito por Alejandro Artega, Isabel Beltrán y May-ek Querales, https://www.identificacionhumana.mx/alfabetizacion-forense-y-dialogo-de-saberes-la-importancia-de-la-interdisciplina-para-la-identificacion-humana/

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